miércoles, 17 de marzo de 2010

Un cuento

No sé cuando comence a tener los sueños.
Comenzaron con la misma intensidad, la misma fuerza que mi voluntado por ya no arrancarme uno a uno, cabellos de la cabeza. Es una manía que tengo... que "tenía" desde que era pequeño. Cuando me sentía inseguro recurría a causarme ese pequeño dolor para escapar del regaño de mis padres o maestros.
Más adelante, cuando mis compañeros me golpeaban o se burlaban de mi por mi sobrepeso o mis gafas gruesas, corria a esconderme y me arrancaba, uno a uno, hasta 30 o 40 cabellos. Nunca demasiados, para que no se dieran cuenta mis padres y no me sucediera como a mi compañero que, cuando lo descubrieron en su recámara masturbándose, lo llevaron con una "especialista" y lo sacaron de la escuela; lo último que supe de el es que estaba bajo tratamiento médico y recibía electrochoques.
Mejor me quedaba callado y seguí a arrancándome cabellos, uno a uno.
Cuando entre al colegio y me mudé de casa de mis padres quise comenzar una etapa nueva. Comencé incluso a levantarme temprano, a hacer ejercicio y a comer más verduras. Salí con un par de chicas, pero quedé aterrado esa noche en que iba a ser mi primera vez. No pude lograr una erección sino hasta que comencé a jalarle los cabellos y a sentir que se desprendían unos cuantos de su cabeza. Ese primer orgasmo fue mágico y marcó mi vida.
Ella nunca volvió a verme y se corrió la voz de mi manía por arrancar los cabellos a la hora del sexo.
Han pasado muchos años desde entonces. Hoy, a mis cincuentaytantos, sigo sin comprender de dónde me vino la voluntad para dejar de arrancarme cabellos, uno a uno.
Sigo atormentado por mis sueños de seres con grandes ojos y sin un solo cabello en el cuerpo me persiguen y me acechan en cada rincón. No importa, nuevamente saldré a buscar a una mujer con una gran melena, pagarle por que me dé algo de intimidad y tratar de que en esta ocasión no grite como las anteriores. No me gustan los gritos, solo me atraen por sus melenas largas y brillantes; es una verdadera lástima que griten tanto y que sangren tanto cuando les arranco el cuero cabelludo.
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Abro los ojos y miro a mi alrededor y solo veo cabelleras regadas por el suelo.
Cierro los ojos y los seres lampiños, blancos como la luna y con ojos negros como la noche, me acechan y solo se alejan si les ofrezco una cabellera más.
¿Dios, cuántas cabelleras les tengo que dar para que me dejen en paz?

martes, 2 de febrero de 2010

Dos años después... a modo de regreso

En dos años pueden suceder muchas cosas, las cuales iré relatando poco a poco. No había escrito antes, no por falta de experiencias o historias; la verdad no tengo justificación, tal vez me quedé atrapado demasiado en la realidad viviendo tantas cosas. La apatía entre ellas.
Pero algu tuvo que haber sucedido que me volviera a la vida, y eso fue el darme cuenta que las historias que debería estar contando aquí las estaba relatando en otros medios más volátiles. Para qué, entonces, voy a dejar que se pierdan si al menos en este sitio pueden conservarse.
Fue lo ocurrido la semana pasada la chispa que volvió a encender mi curiosidad literaria por escribir, y aqui estoy nuevamente.
Hasta aquí voy a dejarlo, por ahora.