viernes, 5 de diciembre de 2008

Tequila con sabor a flores de sal

Siempre he sido enamoradizo. Me enamoro todos los días y me desenamoro al siguiente. Me gustan las mujeres hermosas, aunque hasta hace relativamente poco haya logrado vencer la timidez que me invadía al estar cerca de una mujer extraordinariamente bella.
Tenía 6 años. Lo recuerdo porque no entraba siquiera a la escuela primaria cuando caí conquistado por una compañerita de la escuela. Sin mucha reflexión y con mucha inocencia, a la hora de la salida, me acerqué a su mamá y le pregunté muy fresco: "señora, le da permiso a (nombre cambiado) elenita de ir a jugar conmigo a mi casa?". Nuestras madres se pusieron de acuerdo. Comimos, pero la cita fue todo un fracaso, pues a ella no le interesaba jugar con cochecitos, ni le llamaba la atención mi video juego o las pelis del hombre murciélago que le propuse ver. Esa fue la primera y la última cita, mi primer fracaso con las chicas.
Pero a mi primer gran amor lo conocí unos meses después, cuando entré a la escuela primaria. No era la niña más bonita del salón, pero si la que se sentaba conmigo, a mi lado, y compartía sus lápices, borrador y uno que otro pedazo de papel. Nuestros apellidos comenzaban con letras contiguas y fue por eso que los 6 años de la primaria nos sentamos uno al lado del otro.
La amaba.
Odiaba enfermarme porque me obligaban a quedarme en casa. No existió nunca otra niña más importante en mi vida que ella, y mis amiguitos varones siempre quedaron relegados a segundo plano si ella estaba presente. Ese fue un amor muy secreto, pues nunca se lo conté a nadie y siempre lo guardé (y lo sufrí) dentro de mí.
Nuestros cumpleaños casi coinciden, hay pocos días de diferencia (el mio es primero) y ella fue la única niña que siempre me llamó ese día y ella fue la única niña a quien me atrevía a hablarle por teléfono para felicitarla en su día. Mi timidez era tan grande que nunca me atreví a hablarle por teléfono a nadie más del otro sexo.
En el último año de primaria, cuando ambos teníamos 12 años, se hizo de un noviecito y me rompió el corazón, pues el era mi mejor amigo. Aún así, no los odié. Lo que hice, fue pedirles a mis padres que me cambiaran de escuela.
Pasaron 5 años en que ya no la ví todos los días como antes. La extrañé como nunca. Fueron 5 años en que pensé en ella todos los días.
Me hice la promesa que ella iba a ser la primer novia que yo tuviera; cuando no se pudo cumplir eso (me hice novio de otra compañerita de la escuela) me prometí que ella iba a ser la primer niña a quien yo besaría... cosa que tampoco cumplí. Entonces decidí tomar un paso arriesgado y hacerme la solemne promesa de darle a ella mi virginidad, que fuera la primera en mi vida.
Que poca fuerza de voluntad tuve, pues tampoco lo cumplí. Entonces, cuando aún no llegaba a ser adulto, me hice el juramento que con ella me iba a casar.
A los 17 años me enamoré de otra persona. Con ella duré bastante tiempo y logró que por fin se me olvidara ese primer amor infantil (y todas las promesas que me hice). Esa relación terminó, me rompió el corazón y conocí otros amores, tuve varias amantes, varios amores y mi corazón sufrió un par de roturas más, pero siempre me quedó la espinita clavada, la pregunta flotando en mi cabeza "que será de maría?" Por esos tiempos, coincidimos nuevamente en el colegio, e incluso estuvimos en el mismo grupo en un par de clases, pero yo ya tenía noviecilla y ella también andaba con alguien más. Salimos un par de ocasiones todos juntos, aunque en esas citas en un par de ocasiones nos sorprendimos mutuamente buscándonos con los ojos y evitando mirarnos directamente. Eso me extrañó bastante.
Lo más cercano que estuve de ella fue en una excursión que se organizó a las montañas. Tuvimos bastante tiempo para estar solos, tomar caminatas y hablar durante horas; incluso logramos, casi por accidente, apartar una cabaña para los dos solos... pero el pánico me invadió, de tenerla tan cerca, tan disponible, tan sola para mi.
Me dio pánico el besarla y que ella no me correspondiera; me aterró la idea de confesarle mi amor y que ella no lo quisiera recibir. Preferí dejar mi amor en el plano del platonismo autoinflingido y unilateral y mejor busqué a otra chica para pasar la noche en su cabaña y ella también se enrolló con otro tipo.
Al año siguiente dejé el colegio; dejé la ciudad e incluso me fui del país para estudiar en el extranjero y no volvería a mi ciudad natal en casi 10 años.
Un día, cuando me encontraba al otro lado del planeta, por un amigo me enteré que mi María, mi primer amor... se casaba en unos meses.
Fue traumático. Aunque para esas fechas yo ya tenía una relación estable con una chica; incluso llevábamos unos meses viviendo juntos y me sentía muy feliz y enamorado de ella. Ella estaba de vacaciones en casa de sus padres, así que estaba solo en casa. Lo único que atiné a hacer fue abrir mi botella de tequila, darle 4 tragos a la mexicana, limpiarme con el dorso de la mano. Cogí el teléfono y de memoria marqué el número de su casa hasta México (hasta la fecha lo recuerdo) y ella me contestó. "¡Hola!" Fue todo lo que atiné a decirle. Mi María se sorprendió que la llamara así, de la nada, tras varios años de haberme desaparecido y yo medio borracho (no pude ocultárselo; de hecho, ahora sé que nunca pude ocultarle nada).
Me contó que se había enterado de mi partida a Europa; nos contamos los últimos años de nuestras vidas (hablamos 5 horas por teléfono esa noche) y seguí robándole sorbos a mi tequila. Casi al final, cuando estaba cerca de perder la decencia, le dije "María... te tengo un regalo ahora que te casas. Es lo más valioso que tengo en la vida, es algo que he guardado durante muchos años, desde que soy un niño y ahora quiero dartelo, pues siempre fue tuyo... ese regalo es... ... quiero que sepas que siempre estuve enamorado de ti, durante muchos años" y le confesé todo. Se hizo un silencio. Ella se atrevió a perforarlo con una frase que hasta hoy me trae pesadillas: "Sí, ya lo sabía. ¿Y sabes qué? Yo también te amé gran parte de mi vida... ¿porqué esa noche en la cabaña no me hiciste el amor? Yo quería dormir contigo, pues me había prometido que a ti te daría mi virginidad, pero decidiste irte con esa otra chica a su cabaña."

Mi borrachera desapareció en 2 segundos, y el tequila, desde entonces, dejó de tener sabor para mí.

lunes, 1 de diciembre de 2008

¿Cuál fue mi primera experiencia de índole sexual? Uy! Es una pregunta algo difícil de responder, no por que me cueste trabajo recordarlo, pues recuerdos de esa índole hay varios; más bien, me he puesto a pensar cuál de todos fue primero. No es lo mismo "Los tres mosqueteros" que "Veinte años después..."
Uno de los primeros ocurre cuando tendría unos 5 o 6 años de edad; tenía dos amiguitos, una niña y un niño que vivían en la misma calle de mi casa y fue a ella (que ni recuerdo su nombre al día de hoy) con quien primeo comparé mi pipi con su ... no-pipi. Parecía fotografía para postal de correos: los dos niñitos imberbes, con la ropa interior a la rodilla explorándonos mutuamente, tocándonos con mucha inocencia, torpeza y curiosidad y con muchas más preguntas agolpándose en mi mente.
En la ya mencionada enciclopedia de mis padres recuerdo que vi una imagen en la que la mujer se encontraba sentada a horcajadas sobre el hombre que está semisentado/recostado sobre la cama, así que tratamos de seguir el ejemplo e imitarlos; recuerdo que no sentí nada especial, más bien algo de sofocación por tener su peso infantil encima. Al ver que no tenía mucha gracia el que ella se balanceara sobre mi pelvis (lastimando mi pipi en el proceso) mejor decidimos bajar al jugar al jardín.
Mi abuelo tenía unas revistas "sucias" donde aparecían mujeres con poca ropa y varias veces nos metíamos a escondidas a su cuarto a rebuscar debajo del colchón de la cama y ver con fascinación esas revistas. Ahí fue cuando tuve mi primera erección y mi primer deseo infantil, aunque no comprendiera lo que sucedía.
Un amigo de la escuela, esto ya cuando yo tenía ya un par de años más de edad, me enseñó un juego que él había aprendido a su vez del hermano mayor: "si te tocas el pipi asi y lo meneas asi con tu mano cerrada, de arriba para abajo, vas a sentir muy rico" me dijo. Lo intentamos, pero después de un rato que no sucediera nada, mejor desistimos para jugar a la pelota.
Este niño era mi héroe. Era el único de mis compañeros de la escuela que tenía una revista Playboy en su recámara y eso lo convertía en el "mayor" frente a todos nosotros (revista robada a su hermano, quien nunca la extrañó, pues tenía una extensa colección). Íbamos a su cuarto a ver la misma revista una y otra vez y a hojearla hasta que un día fuimos sorprendidos por su madre, que pegó tan tremendo coraje que nos prihibió volver a vernos; yo tenía miedo que fuera a decirles a mis padres, pues sabía lo sucio que ellos consideraban todo lo relacionado al sexo.
Mi primer beso fue más o menos a los 8 años, con mi prima, jugando a la "mamá" y al "papá"; cuando "llegaba" la noche todos nos íbamos a "dormir" por unos minutos, y aprovechando la oscuridad, dábamos rienda suelta a nuestra infantil y curiosa "pasion" besándonos y pasándonos una goma de mascar con la boca. Era un juego muy excitante y peligroso, ya que mis demás primitos y amiguitos de juegos estaban a pocos metros, simulando "dormir". Así jugamos hasta casi entrada la adolescencia en que ya fuimos concientes de la necesidad y en que ya no pudimos disfrazar de inocencia a esos juegos.
Yo ya, para esas fechas, conocía muy bien la forma y función del aparato reproductor femenino (y del mío propio) y cuando comenzaron a salirme los primeros bellos púbicos, lejos de asustarme, me sentí orgulloso, pues sabía que yo era el primero de todos mis amigos en tenerlos y ESO me convirtió en especial... por 3 meses, hasta que todos los demás comenzaron a crecerlos.
No sé si eso sea ser precoz; encontré el juego de la masturbación y ya más adolescentes, jugábamos a ver quien podría "disparar" más lejos; veíamos películas porno a escondidas y en general mis amigos y yo vivíamos una vida muy llena de impulsos sexuales; eso sí, nunca se nos ocurrió experimentar el uno con el otro y en cambio se nos iban las tardes hablando de las niñas que nos gustaban, fanfarroneando de cuántas de ellas habíamos besado (yo creo era de los pocos que en verdad SI había besado a una niña en realidad) y mejor me quedaba callado, pues ser el centro de atención me trajo más problemas que popularidad y como mencioné antes, siempre fui algo tímido.
Ahora que hago recapitulación de mi vida, comencé con la exploración de mi sexualidad muy temprano; fue muy autodidacta y torpe, pero mejor que muchos otros. La prueba está en que al día de hoy, soy el único (dentro de los que tengo noticia) que no ha embarazado a una chica por ignorancia y por eso ha tenido que casarse a regañadientes.
Por ahora aquí dejo el relato. En la siguiente entrega comenzaré a explorar más a detalle mis años de pre-adolescencia y pubertad, en que tuve mi primer orgasmo provocado por un factor externo (osea, sin masturbarme) y de forma accidental. El segundo y los subsecuentes han sido mucho mejores.
Y he de confesar algo: Me está costando algo de trabajo enfrentarme a mi mismo; está siendo un viaje interesante y a la vez algo inquietante; nosotros somos nuestros peores enemigos y mejores rivales de nosotros mismos, pues sabemos exáctamente dónde duele más y no podemos esconder secretos de nuestra propia conciencia. Pero agradezco mucho que hayas despertado a la bestia literaria que hasta hoy había estado aletargada; ahora solo espero tener la entereza, cabeza y madurez para domarla antes de ser dominado yo.

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