Siempre he sido enamoradizo. Me enamoro todos los días y me desenamoro al siguiente. Me gustan las mujeres hermosas, aunque hasta hace relativamente poco haya logrado vencer la timidez que me invadía al estar cerca de una mujer extraordinariamente bella.
Tenía 6 años. Lo recuerdo porque no entraba siquiera a la escuela primaria cuando caí conquistado por una compañerita de la escuela. Sin mucha reflexión y con mucha inocencia, a la hora de la salida, me acerqué a su mamá y le pregunté muy fresco: "señora, le da permiso a (nombre cambiado) elenita de ir a jugar conmigo a mi casa?". Nuestras madres se pusieron de acuerdo. Comimos, pero la cita fue todo un fracaso, pues a ella no le interesaba jugar con cochecitos, ni le llamaba la atención mi video juego o las pelis del hombre murciélago que le propuse ver. Esa fue la primera y la última cita, mi primer fracaso con las chicas.
Pero a mi primer gran amor lo conocí unos meses después, cuando entré a la escuela primaria. No era la niña más bonita del salón, pero si la que se sentaba conmigo, a mi lado, y compartía sus lápices, borrador y uno que otro pedazo de papel. Nuestros apellidos comenzaban con letras contiguas y fue por eso que los 6 años de la primaria nos sentamos uno al lado del otro.
La amaba.
Odiaba enfermarme porque me obligaban a quedarme en casa. No existió nunca otra niña más importante en mi vida que ella, y mis amiguitos varones siempre quedaron relegados a segundo plano si ella estaba presente. Ese fue un amor muy secreto, pues nunca se lo conté a nadie y siempre lo guardé (y lo sufrí) dentro de mí.
Nuestros cumpleaños casi coinciden, hay pocos días de diferencia (el mio es primero) y ella fue la única niña que siempre me llamó ese día y ella fue la única niña a quien me atrevía a hablarle por teléfono para felicitarla en su día. Mi timidez era tan grande que nunca me atreví a hablarle por teléfono a nadie más del otro sexo.
En el último año de primaria, cuando ambos teníamos 12 años, se hizo de un noviecito y me rompió el corazón, pues el era mi mejor amigo. Aún así, no los odié. Lo que hice, fue pedirles a mis padres que me cambiaran de escuela.
Pasaron 5 años en que ya no la ví todos los días como antes. La extrañé como nunca. Fueron 5 años en que pensé en ella todos los días.
Me hice la promesa que ella iba a ser la primer novia que yo tuviera; cuando no se pudo cumplir eso (me hice novio de otra compañerita de la escuela) me prometí que ella iba a ser la primer niña a quien yo besaría... cosa que tampoco cumplí. Entonces decidí tomar un paso arriesgado y hacerme la solemne promesa de darle a ella mi virginidad, que fuera la primera en mi vida.
Que poca fuerza de voluntad tuve, pues tampoco lo cumplí. Entonces, cuando aún no llegaba a ser adulto, me hice el juramento que con ella me iba a casar.
A los 17 años me enamoré de otra persona. Con ella duré bastante tiempo y logró que por fin se me olvidara ese primer amor infantil (y todas las promesas que me hice). Esa relación terminó, me rompió el corazón y conocí otros amores, tuve varias amantes, varios amores y mi corazón sufrió un par de roturas más, pero siempre me quedó la espinita clavada, la pregunta flotando en mi cabeza "que será de maría?" Por esos tiempos, coincidimos nuevamente en el colegio, e incluso estuvimos en el mismo grupo en un par de clases, pero yo ya tenía noviecilla y ella también andaba con alguien más. Salimos un par de ocasiones todos juntos, aunque en esas citas en un par de ocasiones nos sorprendimos mutuamente buscándonos con los ojos y evitando mirarnos directamente. Eso me extrañó bastante.
Lo más cercano que estuve de ella fue en una excursión que se organizó a las montañas. Tuvimos bastante tiempo para estar solos, tomar caminatas y hablar durante horas; incluso logramos, casi por accidente, apartar una cabaña para los dos solos... pero el pánico me invadió, de tenerla tan cerca, tan disponible, tan sola para mi.
Me dio pánico el besarla y que ella no me correspondiera; me aterró la idea de confesarle mi amor y que ella no lo quisiera recibir. Preferí dejar mi amor en el plano del platonismo autoinflingido y unilateral y mejor busqué a otra chica para pasar la noche en su cabaña y ella también se enrolló con otro tipo.
Al año siguiente dejé el colegio; dejé la ciudad e incluso me fui del país para estudiar en el extranjero y no volvería a mi ciudad natal en casi 10 años.
Un día, cuando me encontraba al otro lado del planeta, por un amigo me enteré que mi María, mi primer amor... se casaba en unos meses.
Fue traumático. Aunque para esas fechas yo ya tenía una relación estable con una chica; incluso llevábamos unos meses viviendo juntos y me sentía muy feliz y enamorado de ella. Ella estaba de vacaciones en casa de sus padres, así que estaba solo en casa. Lo único que atiné a hacer fue abrir mi botella de tequila, darle 4 tragos a la mexicana, limpiarme con el dorso de la mano. Cogí el teléfono y de memoria marqué el número de su casa hasta México (hasta la fecha lo recuerdo) y ella me contestó. "¡Hola!" Fue todo lo que atiné a decirle. Mi María se sorprendió que la llamara así, de la nada, tras varios años de haberme desaparecido y yo medio borracho (no pude ocultárselo; de hecho, ahora sé que nunca pude ocultarle nada).
Me contó que se había enterado de mi partida a Europa; nos contamos los últimos años de nuestras vidas (hablamos 5 horas por teléfono esa noche) y seguí robándole sorbos a mi tequila. Casi al final, cuando estaba cerca de perder la decencia, le dije "María... te tengo un regalo ahora que te casas. Es lo más valioso que tengo en la vida, es algo que he guardado durante muchos años, desde que soy un niño y ahora quiero dartelo, pues siempre fue tuyo... ese regalo es... ... quiero que sepas que siempre estuve enamorado de ti, durante muchos años" y le confesé todo. Se hizo un silencio. Ella se atrevió a perforarlo con una frase que hasta hoy me trae pesadillas: "Sí, ya lo sabía. ¿Y sabes qué? Yo también te amé gran parte de mi vida... ¿porqué esa noche en la cabaña no me hiciste el amor? Yo quería dormir contigo, pues me había prometido que a ti te daría mi virginidad, pero decidiste irte con esa otra chica a su cabaña."
Mi borrachera desapareció en 2 segundos, y el tequila, desde entonces, dejó de tener sabor para mí.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Buf, Oerker, qué historia. Creo que deberías volver a encontrarte con ella. Pasar de los estados en que estéis los dos y consumar lo que tuvisteis que hacer hace años. De lo contrario tendrás tú y también ella esa espinita clavada de por vida. Al final de los dias estoy convencida de que solo quedan estas cosas, los recuerdos de lo que has hecho y la pena de lo que no. Así que ánimo y a por ella.
Un besote, sigue escribiendo, por favor.
Publicar un comentario